Durante el periodo de
1500-1800, apareció en Europa un grupo de escritores preocupados por el proceso
de construcción de la nación. De acuerdo con los mercantilistas, la pregunta central
era cómo una nación podía regular sus asuntos internos e internacionales con el
fin de promover sus intereses. La solución residía en un fuerte sector del comercio
extranjero. Si un país podía lograr una balanza comercial favorable (un excedente
de exportaciones sobre las importaciones) obtendría pagos netos recibidos del
resto del mundo en forma de oro y plata.
Esos ingresos contribuirían
a un mayor gasto y a un aumento en la producción nacional y el empleo. Para
promover una balanza comercial favorable, los mercantilistas abogaron por una
regulación gubernamental del comercio. Aranceles, cuotas y otras políticas
comerciales fueron propuestas por ellos para minimizar las importaciones con el
fin de proteger la posición comercial de una nación.
Para el siglo XVIII, las
políticas económicas de los mercantilistas estaban bajo fuertes ataques. De
acuerdo con la doctrina de flujo de las mercancías-precios, una balanza comercial
favorable era posible sólo a corto plazo, ya que con el tiempo se eliminaría de
forma automática. Para ilustrar, suponga que Inglaterra fuera a alcanzar un
excedente comercial que resultara en un flujo de entrada de oro y plata. Como
estos metales preciosos constituirían parte de la oferta de dinero de
Inglaterra, su flujo de entrada incrementaría la cantidad de dinero en
circulación. Esto llevaría a un aumento en el nivel de precios de este país en
comparación con el de sus socios comerciales. Por tanto, los residentes
británicos serían animados a comprar productos hechos en el extranjero,
mientras que las exportaciones británicas declinarían. Como resultado, el
excedente comercial del país eventualmente sería eliminado.
Así, el mecanismo de flujo-mercancía-precio
mostró que las políticas mercantilistas proporcionarían, en el mejor de los
casos, sólo ventajas económicas a corto plazo.
Los mercantilistas también
fueron atacados por su punto de vista estático de la economía mundial. Para ellos,
la riqueza del mundo era fija. Esto significaba que las ganancias por el comercio
de una nación venían a costa de sus socios comerciales; no todas las naciones
podían disfrutar, de forma simultánea, de los beneficios del comercio
internacional. Este punto de vista fue desafiado en 1776 por la publicación de La
riqueza de las naciones de Adam Smith. De acuerdo con Smith (1723-1790), la
riqueza del mundo no es una cantidad fija. El comercio internacional permite a
las naciones aprovechar la especialización y la división del trabajo, que
aumenta el nivel general de productividad dentro de un país y, por tanto,
incrementa la producción mundial (riqueza). El punto de vista dinámico de Smith
acerca del comercio sugirió que ambos socios comerciales podrían disfrutar al
mismo tiempo de mayores niveles de producción y consumo con el comercio. La
teoría comercial de Smith se explica con mayor detalle en la siguiente sección.
Aunque los fundamentos del
mercantilismo han sido refutados, el mercantilismo aún vive hoy en día. Sin
embargo, ahora enfatiza el empleo más que las reservas de oro y plata.
Los neomercantilistas afirman
que las exportaciones son benéficas porque generan empleos para los trabajadores
nacionales, mientras que las importaciones son malas porque quitan los empleos
de los trabajadores nacionales para darlos a los trabajadores extranjeros. Por
tanto, el comercio se considera una actividad de suma cero, en la que un país
debe perder para que el otro gane. No hay un reconocimiento de que el comercio
pueda brindar beneficios a todos los países, incluso los múltiples beneficios
del empleo, conforme aumenta la prosperidad en todo el mundo.
Referencia
Economía Internacional, 12va
Edición, Robert J. Carbaugh.